Dominique Bailly ha trabajado durante mucho tiempo con el bosque y al ritmo de sus movimientos. Inspiradora de un doble vocabulario formal y simbólico relacionado con la arquitectura primitiva y sagrada, su conocimiento del bosque induce piezas escultóricas a la vez en bruto y geométricamente rigurosas. Para sus arquitecturas vegetales, utiliza las ramas más rectas procedentes de la poda de los árboles cercanos; las reúne, curva y ata a la estructura metálica que las soporta.
Su trabajo surge de una misma búsqueda: recuperar los orígenes de la escultura de la arquitectura “poniendo en escena a la naturaleza” y crear estructuras y espacios que, por su cualidad misteriosa provocan recuerdos, asociaciones e interpretaciones.
L'Abri ("El refugio") presentado en Chaumont-sur-Loire recuerda por su forma al del espacio abovedado del asombroso depósito elevado de agua insertándose íntegramente bajo sus arcos.
REFERENCIAS BIOGRÁFICAS
Dominique BAILLY
FRANCIA
Dominique Bailly era escultora. Vivió y trabajó entre París y Turena. Desde mediados de los años setenta, su trabajo demostró una relación contemplativa con los parajes naturales que escogió como lugar de vida (el bosque bretón, la región de Limousin, el litoral de Vandea y las orillas del Loira).
Su proceso artístico, que se basaba esencialmente en la relación con el paisaje, siguió dos caminos: la realización de esculturas en taller y la intervención directa en el paisaje.
En el taller, daba prioridad a la práctica íntima del material y a la búsqueda de la forma. Su creación estaba poblada de trozos de roble, formas elípticas de haya y esferas de secuoya de un metro de diámetro. Para sus obras, a menudo recurría a la serie. Este fue el caso de las bombas volcánicas “Les larmes de la terre”, de las “esferas” o de las “láminas”, con las que después organizaba su presentación en forma de instalaciones. Unas estaban simplemente colocadas en el suelo, aisladas o inscritas en juegos precisos de alineación; otras estaban colgadas y dispersas según el lugar donde las exponía. La artista disponía sus piezas de forma que sugerían un recorrido dejando al observador total libertad para circular como deseara. La práctica del dibujo siempre ha acompañado sus búsquedas de la forma, en su trabajo de escultura.
Cuando intervenía directamente sobre el medio natural, creaba arquitecturas vegetales, eventos, instalaciones que esculpían el espacio.
En el paso del taller al trabajo directo en el paisaje, procedía con el mismo principio de revelación de una forma, de un sentido, de una historia oculta. La intervención, relacionada con la jardinería y el trabajo de búsqueda, sacaba a la luz los elementos más significativos descubiertos durante la búsqueda de localizaciones, y tendía a exaltar el espíritu del lugar. Estas obras requerían el desplazamiento del paseante, su implicación física, guiando su descubrimiento progresivo del paisaje, e incluyéndolo como participante en el lugar del que exploraba sus ritmos y la topografía. La artista concibió la noción de “escultura paseo” en la familiaridad de las alineaciones megalíticas.
Para las intervenciones directamente articuladas a un proyecto arquitectónico, trataba de crear una dialéctica entre la obra, el paisaje y la arquitectura, teniendo en cuenta el lugar y su entorno en sus dimensiones históricas, espaciales y funcionales. En este contexto la obra no era “un objeto para ver” sino más bien “un espacio para vivir”, construido para un lugar específico. La finalidad era crear espacios y estructuras que no fueran solamente formales, sino capaces de suscitar una experiencia perceptible del lugar, requiriendo un tiempo y un espacio de reflexión y de deambulación.
Falleció el 30 de julio de 2017.