A. Marinette Cueco
“Herbiers fantastiques”
Las hojas, raíces y tallos, prensados y secados, son colocados definitivamente en el movimiento hacia el cual, el porte de la planta ha guiado a la artista. Al acercarnos, podemos distinguir todos los detalles que caracterizan su identidad botánica. El profano los descubre, los adeptos al tinte vegetal los reconocen. Desde lejos, es la sinfonía de las formas y de los colores la que se desprende. El conjunto se lee como una gran partitura donde las plantas secas ocupan el lugar de las notas musicales, pero, en lugar de ver los signos y de escuchar en nuestra cabeza los sonidos correspondientes, vemos partes de plantas que despiertan en nuestra mente visiones llenas de color de tejidos tornasolados. Las plantas recogidas son la fuente de los colores más bonitos que el ser humano jamás haya aprendido a preparar para adornar sus producciones textiles infinitamente diversas.
Pétalos de flores y bayas machacadas desprenden el carmesí y el azul malva, a veces efímeros. Arbustos de nuestros montes bajos y árboles de nuestros bosques aportan un sinfín de tonos de rojo, marrón, gris y negro, que sus taninos, en solitario o combinados con sales de hierro, pueden transmitir a las fibras textiles y al cuero.
Las hojas y los pétalos se asemejan indistintamente a herbarios portátiles, antologías poéticas, fragmentos amorosos o incluso a los libros de horas o de oración. Se sostienen en la mano. Se desplazan, ya sea invierno, primavera, verano u otoño. Forman un ciclo que se abre y se cierra con los pétalos de la flor del almendro. Están a la espera del veredicto, el tiempo suspendido de un hilo, son el amor que mantiene este hilo.