El arte del kintsugi es una metáfora de la resiliencia. Esta técnica japonesa ancestral repara la porcelana rota resaltando sus grietas con polvo de oro. En vez de ocultarlos, los defectos embellecidos hacen que el objeto consolidado sea paradójicamente más precioso. Inspirado en esta filosofía, Le Jardin Kintsugi (El jardín Kintsugi) se ha imaginado como una poesía. Aquí, las grietas están representadas por fragmentos de asfalto, que evocan la tierra reseca, que pronto será despojada de toda vida. El papel del oro lo desempeña la planta. Engalanada de verdor, la tierra vuelve a la vida y la naturaleza se convierte en un espectáculo.
Le Jardin Kintsugi es un momento de reflexión, una pausa en el ritmo frenético de nuestro mundo contemporáneo. Autoriza al visitante a pensar, observar, ralentizar y respirar. También es una invitación para cambiar la visión sobre la vegetación espontánea que se invita a los jardines: ¿hay algo más resiliente que una especie autóctona que crece sin ningún cuidado?
DISEÑADOR
Grégory SIMON, estudiante
HAUTE ÉCOLE LUCIA DE BROUCKÈRE
BÉLGICA
Grégory Simon es escenógrafo, ilustrador y estudiante de arquitectura de jardines y del paisaje. Vive y trabaja en Bruselas. Pasó su infancia y su adolescencia en Wellin, en las Ardenas belgas, donde muy pronto desarrolló dos pasiones, una por el dibujo y otra por las plantas. Animado en este último tema por su familia, propietaria de una floristería, desde muy joven ayudó y acompañó a su madre en su enseñanza del arte floral. Su amor por los motivos vegetales se desarrolló con el descubrimiento de formas inspiradas en la naturaleza, particularmente en el Art Nouveau. Apasionado también por el espectáculo en vivo, se instaló en Lieja durante cuatro años para graduarse en escenografía en la Académie Royale des Beaux-Arts. Su obra se caracteriza por la capacidad de imaginar el espacio de forma funcional y precisa, así como por un agudo sentido del detalle. En 2012, inició un viaje de 21 meses, que comenzó con dos largas estancias en Nueva Zelanda y Australia y finalizó en el sudeste asiático, en el archipiélago de Romblon en Filipinas, donde se instaló durante varios meses. En estas islas ricas en recursos naturales pero carentes de infraestructuras adecuadas, la búsqueda de soluciones ecológicas se convirtió en una preocupación concreta. La observación de las condiciones de vida de las comunidades locales le llevó a implicarse en el desarrollo de una ecoaldea en la isla de Tablas. La protección de una naturaleza generosa pero exhausta por la sobreexplotación se convirtió en el centro en torno al cual se articulaban sus demás intereses: la investigación gráfica, la organización del espacio y el conocimiento de las especies naturales. En 2019 creó Inkwood, una ciudad imaginaria para la que diseñó el plano y las casas una a una. Paralelamente a este proyecto artístico a largo plazo, desde 2020 estudia un bachillerato en arquitectura de jardines y del paisaje en la Haute École Lucia de Brouckère, en Anderlecht.