07. On récolte ce que l’on sème
Awarded on the 23rd of June 2020 by a jury of professionals renowned in the world of garden art
En este espacio, la agricultura se enfrenta primero a la naturaleza salvaje antes de encontrar una forma de reconciliación. Las superficies cultivadas a gran escala se suelen dedicar a una sola especie vegetal, mientras que la naturaleza dispone de una gama muy diversificada de especies útiles y alimenticias. Las primeras se materializan mediante surcos trazados en una tierra desnuda, mientras que la segunda se compone de un sauce trenzado y cubierto por plantas trepadoras. Sin embargo, en tercer lugar, las formas y los colores se unirán para ofrecer diferentes biotopos con luces y aromas volátiles. En los estanques, los palos de vida, con corteza roja y llenos de semillas, invitan a su vez a sembrar entre los árboles, arbustos y plantas perennes circundantes. Indómita, la naturaleza es exuberante, rebosante del zumbido de sus abejas y el canto de sus pájaros. Cada semilla es un regalo futuro para el hombre. Castaños, sauces, ajos, calabazas y saúcos se entremezclan pronto con los cereales. La tierra recobra vida. Los campos vuelven a prosperar.
DISEÑADORES
Siendo niño en la capital parisina, Baptiste Gerard-Hirne creció en una barcaza, mecido por la corriente del Sena. Durante su infancia disfrutó de un entorno natural con influencia urbana. En secundaria desarrolló una pasión por la exploración de los lugares abandonados y descubrió diversas maneras de abordar el paisaje. Tras sus estudios en el bachillerato científico, estudió un Diploma de Técnico Superior (BTS) en Adecuación Paisajística y desarrolló un enfoque técnico del paisaje. Allí forjó sus conocimientos botánicos y su práctica de la construcción: en la ciudad, en los jardines y en el campo. Posteriormente se matriculó en la Escuela Nacional Superior del Paisaje de Versalles, donde aprendió las diferentes etapas del proyecto de paisajismo, tanto a pequeña escala urbana como a gran escala rural. Impulsado por la curiosidad, se trasladó a México para hacer unas prácticas en una agencia. Allí comenzó a interesarse más particularmente por los paisajes productivos y por la cocina. Muy pronto comenzó a diseñar proyectos de jardines, solo o en colaboración con otros, y ejerce en la actualidad su actividad paisajística integral, desde el diseño hasta la realización. Además, es miembro activo de la asociación Green Resistance y diversifica sus habilidades. Defensor de la cultura sostenible, trabaja con un equipo multidisciplinario en creaciones vivas, vinculadas a eventos o a lugares culturales. En la actualidad, este joven graduado trabaja como profesional autónomo en diversos proyectos. También continúa con el proyecto de fin de grado en la colina Rodin, un paisaje baldío suspendido sobre canteras de creta. Asimismo, colabora en proyectos asociativos y participativos como, por ejemplo, la cuenca minera de Lens o el pequeño cinturón parisino. También participa en convocatorias de proyectos, entre escenografías, jardines e instalaciones artísticas. En la actualidad, busca orientar su carrera de paisajista hacia instalaciones vivas y productivas, tanto en lugares públicos, mediante organizaciones asociativas, como en fincas particulares que aspiran al desarrollo y la sostenibilidad.
Nieta de agricultores de Alençon, en Normandía, Emma Morillon siente por el paisaje y, sobre todo, por el gran paisaje, una pasión que proviene del cultivo de la tierra. Cultivo en el sentido de transformar, proteger y reinventar el espacio. Durante sus numerosas experiencias en el extranjero, entre las escuelas de Versalles, Edimburgo y Ámsterdam, ha tenido la ocasión de experimentar con diferentes formas de diseño del proyecto paisajístico como diseñadora, artista y artesana del paisaje. Música de corazón, esta disciplina se refleja en muchas de sus obras y trabaja en la composición musical como una nueva forma de analizar un lugar. Este trabajo se ha plasmado en una composición Blue to grey song, inspirada por un viaje por el Noordoostpolder, en los Países Bajos. Desde octubre de 2019 vive en Bruselas, ciudad europea en la que puede trabajar a medio camino de las regiones donde ha vivido. Allí, recolecta nuevos territorios controlados por el hombre, donde, poco a poco, puede sembrar sus ideas sobre un retorno a la naturaleza.
Philippe Allignet creció entre el valle de la Creuse y la metrópoli de París. Es un apasionado de los jardines y, de manera más amplia, de los procesos que tienen lugar en nuestros paisajes. Con su Diploma de Técnico Superior (BTS) en Adecuación Paisajística en el bolsillo, cursó estudios en la Escuela de la Naturaleza y del Paisaje de Blois y después en la Academia de Arquitectura de Ámsterdam, donde estudia actualmente. Después de una breve experiencia en el Atelier Jacqueline Osty & Associés, donde desarrolló una fascinación por lo «urbano», pasó a trabajar en H+N+S+ Landschapsarchitecten (Países Bajos). La experiencia en esta agencia especializada en el proyecto territorial suscitó en Allignet una reflexión sobre nuestros paisajes, así como sobre las tensiones existentes entre los procesos naturales y ecológicos, y los usos del hombre y de nuestras sociedades. En la actualidad, está convencido de que, frente al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad, el futuro debería estar influido por un cambio profundo en cada uno de los actores y responsables de nuestros territorios. Desde una óptica realista, Allignet desarrolla actualmente una reflexión sobre la regeneración de las ciudades medianas, el frágil armazón urbano de Francia y, en Vierzon más concretamente, una regeneración que empieza por el paisaje como parte de su trabajo de fin de máster. Y, como idealista, también está convencido de que el cambio de hábitos, de perspectivas y de expectativas de todos los ciudadanos es un tema fundamental para el futuro. La agricultura moderna es uno de esos engranajes donde es necesario un cambio y, qué mejor que un jardín para expresar esta idea, generar conciencia y cambiar los hábitos de cada uno.