En una época saturada de imágenes instantáneas, algunos artistas optan por la paciencia, la atención y el arte del rodeo. Dirigen su objetivo a aquello que no se muestra a primera vista y se detienen en una luz que se filtra, una corriente que roza, un recuerdo que aflora... Para ellos, la naturaleza no es decorado ni tema, sino interlocutora de un diálogo sensible. Con esta filosofía, Chaumont-Photo-sur-Loire recibe cada otoño obras fotográficas que entablan un diálogo con el Dominio sobre las cuestiones de lo visible, la presencia y el tiempo. Aquí la fotografía no ilustra, sino que revela, sugiere y, a veces, perturba. Cada fotografía invitada se interrelaciona con los espacios interiores y exteriores del Castillo para componer un original trazado donde la imagen se convierte en experiencia.
Todo comienza con una aparición. Sola, en medio de un desierto de sal, una forma blanca, suave y frágil, parece salir de un sueño. Elina, escultura efímera diseñada por Guillaume Barth expuesta en el Establo de Asnos, fue creada en el Salar de Uyuni, en el altiplano boliviano. De esta obra surgida del silencio nace una serie de imágenes que combinan el paisaje infinito, la luz inmaculada y la densidad simbólica de un acto creador. A la vez vestigio de un ritual y ofrenda al mundo, la escultura dialoga con el cielo, los vientos y el tiempo. Cada fotografía es una muestra del poderoso encuentro entre la acción humana y la fuerza de los elementos, aunando el mito y la memoria. Estas imágenes de un paisaje en riesgo de desaparición, debido a las reservas de litio que se esconden bajo la superficie del lago, también llaman a preservar la belleza del mundo.
Con un registro totalmente diferente, pero prestando idéntica atención al paso del tiempo, Kim Boske, ubicada en el ala sur del Castillo, superpone momentos, como se superponen los recuerdos en nuestra memoria. Al conjugar diferentes temporalidades, la artista neerlandesa urde una visión interior del paisaje, compuesta de ecos, fluctuaciones e inestabilidades. La naturaleza se convierte en vibración más que figuración. Las fotografías presentadas condensan la experiencia sensible de un jardín e invitan a la contemplación pausada, casi meditativa.
También en el Castillo, Tamás Dezsö construye una fotografía que suspende las coordenadas de nuestra percepción para cuestionar mejor la memoria de las formas y la fragilidad del mundo. A través de la serie Tout se met à flotter (Todo se pone a flotar), capta las plantas muy de cerca. Tallos, hojas y ramas se organizan en densas redes, indiferentes a nuestra mirada. Ya no es un jardín lo que contemplamos, sino una forma de pensamiento vegetal, autónoma e indómita. La fotografía se convierte así en un espacio que condensa la vida, un lugar donde la imagen renuncia a nombrar para revelar mejor.
En el ala oeste del Castillo, Vincent Fournier despliega sus Flora Incognita, flores procedentes de un posible futuro. Surgidas de un imaginario aumentado por las tecnologías actuales, sus creaciones híbridas plantean interrogantes sobre el futuro de los seres vivos, pero también sobre la capacidad de la fotografía para crear nuevas ficciones. A medio camino entre un herbario especulativo, una lámina botánica y un retrato de moda, estas imágenes desdibujan los registros. Cada planta parece surgir de un mundo paralelo, a la vez plausible e irreal, como si la propia naturaleza hubiera sido reprogramada. El artista no documenta, sino que compone visiones, en las que el artificio arroja luz sobre nuestra relación con el futuro.
En el Salón de Recepción y en la Sala del Puercoespín, Santeri Tuori expone imágenes de su serie Sky, iniciada en el año 2010 en la isla de Kökar, en el archipiélago finlandés de Åland. El artista, perteneciente a la Helsinki School, compone imágenes del cielo mediante estratos sucesivos, mezclando el color con el blanco y negro. El cielo se convierte en un espacio de lenta transformación. Sin puntos de referencia, la mirada se detiene, vacila, recorre estas composiciones casi pictóricas. Más allá de la figuración, invitan a una atención tranquila y sostenida.
Como complemento a estas miradas singulares, este año se dedica un espacio a la colección fotográfica del Dominio. Este fondo da cuenta de las ediciones anteriores de Chaumont-Photo-sur-Loire y las rememora de forma poética y sensible. Esta nueva edición invita, más que nunca, a la contemplación, a habitar el momento presente como se habita un paisaje, a dejar que la imagen nos conecte, silenciosamente, al mundo vivo, para que la naturaleza siga siendo un enigma compartido, y la fotografía, el arte del misterio.